lunes, 28 de noviembre de 2011

Nunú y el mar


Llegamos de puntillas para no despertarle. Temíamos que estuviese enfadado porque este año no lo pudimos visitar cuando todos se apresuraron a invadir su territorio, Y ¡Por fin las olas! ¡Por fin la brisa! ¡Por fin el mar! Lo vimos bailar al compás de las canciones que le cantamos. Lo vimos vestido de azul para estar a juego con el cielo. Y llevaba cintas blancas en las orillas de su traje para recordarnos que pronto se convertiría en nube. 


El mar, de cielo y de agua. Bravío de tanta alegría, meciendo a sus visitantes que se atreven a adentrarse en él desafiando el otoño. Porque el mar no tiene día especial para recibirte con los brazos abiertos, para susurrarte al oído sus secretos, sus historias y robarte las tuyas en un soplido.



El mar es así, amplio, divertido, discreto, silencioso, cada segundo renovado. Borra tus pasos con su paso. Estás allí, con él pero no le puedes obligar a conservar tus huellas. El mar quiere ser vida y es vida, por eso te acuna. En un santiamén es capaz de ser alboroto y silencio. Cava un hueco en tus sensaciones para apoderarse de ti. El mar es brujo, te absorbe la mirada y te roba el tiempo en su horizonte.


Travieso, como es, nos compromete los sueños, nos invita a construir castillos de aire - o de arena-, le da igual, te consiente y abraza las ideas y te inscribe sus líneas infinitas en las palmas de tus manos. Así te enamora y te obliga a volver. Porque el mar te quiere para él: posesivo y narcisista. Quiere que le mires ir y volver y nunca sabrás si se aleja porque huye de ti o si se acerca tímido o rugiente para llamar tu atención.



Noor y yo nos fuimos de puntillas y sin mirar atrás para que no insistiera en quedarnos. El mar es viajero y las dos sabemos que estas mismas olas, estas mismas aguas, esta brisa que nos purifica y da sal a nuestras vida, nos recibirán en cualquier lugar del mundo. Porque el mundo es su casa y al él volveremos allí donde estemos.




 














jueves, 17 de noviembre de 2011

Borach Nivola


Era noche cerrada y la visión se dificultaba a causa de la borach nivola. La carretera no tenía ningún sistema de iluminación, más que las señales retroreflectantes del asfalto y los ojos de gato en los laterales. Aun quedaban 20 kilómetros para llegar a destino cuando sintió una vibración extraña en su galbet. Una vibración que pasó a ser un temblor desmesurado y que pronto se convirtió en una humareda que salía por los laterales del capó. Disminuyó la marcha, encendió las luces intermitentes y paró en el arcén. Tiró del quinblusfestrim y abrió el capó. Se ajustó bien la bufanda y se abrochó el abrigo y bajó del galbet.  Levantó la plancha de metal y se quedó con los ojos en blanco. Un enredo de cables le daban un aspecto de mujer despeinada al motor. Se llevó las manos  a la cara y negó tres veces con la cabeza.
-Es prugo – Se dijo.  Y ahora, ¿Cómo ordeno esto?
A duras penas y malamente, hizo funcionar una vieja linterna que tenía en el maletero. Las pilas habían resistido a la humedad y al tiempo en desuso.  Fue tomando uno a uno los cables del demencial embrollo.
-El azul, si mal no recuerdo, es el que une la coclaina con la butodia. – Pensó
-El rojo, pasaba electricidad de la butodia a la termocopla… ¿O era al cimilindrón?  - se preguntó – No, el rojo pasa la electricidad de la butodia al cimilindrón. – Ahora parecía que el frío y la borach nivola se colaban en su cerebro y no le permitía pensar claramente. 
-¡Carajo! – exclamó- qué pena que aun no se hayan inventado los teléfonos móviles ni los seguros de asistencia en carretera.  Iba yo a estar rompiéndome la cabeza tratando de adivinar cómo poner en funcionamiento este galbet de …   Si tiene más años que yo y mi bisabuela.
Tomó una bocanada de aire y reanudó la tarea adivinatoria nuevamente. 
-¿Y este cable amarillo? No, esto no es amarillo…  acercó la linterna para ver bien y descubrió que no era un cable, sino una manguera de color ambarino.
-¡Anda! Yo pensé que es prugo, pero es pruguísimo- Exclamó sacando al exterior del Galbet la manguera.
La examinó a todo lo largo y ancho. Luego miró por uno de sus orificios tratando de encontrar el otro desde el interior. Como quien mira con telescopio a las estrellas. Le cayó una gota de glimigrim en el ojo.
-¡Ay, ay! – gritó – ¡Lo que me faltaba! – se limpió el ojo y luego se llevó la mano a la nariz. Sí, era glimigrim.
-Osea, que si la manguera de glimigrim no está conectada al motor, no hay mucho que hacer.  El galbet no arrancará ni con oraciones. A ver, ¿Dónde va conectado esto?
Se acercó al motor y justo en el momento en que creyó ver el pitorrito donde debía conectar la manguera, se apagó la linterna. Empezó a darle golpecitos contra la estructura del galbet intentando que se encendiera nuevamente, pero con el balanceo cayó el capó dejando atrapado en el interior la mitad del cuerpo del aprendiz de mecánico.
-¡¡Peplom Selam!! – gritaba - ¡Peplom Selam! –vocifereba y movía las piernas que se le quedaron prácticamente en el aire.
Justo en ese momento, otro coche cruzó por su lado. El conductor apenas miró la escena, pero su mujer no podía apartar la vista de aquel extraño cuadro.
-Amor, ¿has visto eso?  Da la impresión de que se ha tragado a una persona. – Dijo la mujer.
-Nada raro. Los galbet hay que conocerlos bien, de lo contrario si te quedas en la carretera una noche de borach nivola como esta, es prugo.


martes, 15 de noviembre de 2011

Sueño porque sueño

(Una noche cualquiera de otoño, a 132 días de distancia de la primera tarde de verano)



No se dio por vencido. Decidió atacar nuevamente. Esta vez, directo al subconsciente. Caso cerrado, caso perdido, creyó.  6.702 días ocultaron su rostro, sólo revelaron una emoción: alegria. Ahora, sensaciones renovadas, más fuertes, más sinceras importadas desde el corazón... ¿Por qué ahora si ya no es? ¿Nada queda? Aún es, aún queda. Le aseguró que sería su fuerza. Miró sus ojos del color del castaño y acarició su melena de olas trenzadas de mar. Sintió la fiebre de sus ideas, de inconformidad. Prometió reconfortar su alma si adelantaba sus pasos y trazaba el camino para seguirle detrás. Se apagarían las malas luces, le preparó un caldo para calentarle el corazón. ¿De verdad serás tú?

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Los Gangsters del Capricho

 

- ¿A qué hora? ¿Cuándo?... ¿De verdad?

Pues sí.  Me tocó levantarme el sábado a primera hora para hacerles sus fotos de "pre-boda".  Yo quería ofrecer nuevos productos para este año...  ¡¡Ahí tengo los resultados!! 

-Vale, venga... en El Capricho a las 9,30.

Nada más entrar en el parque me detuvieron:
- ¿Lleva comida? - La pregunta

Me giré sobre mi eje, miré, por encima de mi hombro, mi mochila con los equipos y volví a mirar a mi interrogador:

-No - La respuesta. -¿Y esto?- me pregunté a mí misma a la vez que avanzaba hacia el lugar donde iniciaríamos la sesión.

-¡Por aquí! Muy bien... poneros así... ahora asá... sonrisaaaaaaa............
- ¡Uy! Por aquí hay un estanque precioso con unos patitos puede darnos muy buenas fotos. ¡Seguidme! - Les indiqué.

Cual sorpresa hemos recibido que, apenas llegar allí, escuchamos una especie de "silvido". De repente, toda la manada se acercó a la orilla donde estábamos.
¡Qué guay! -Exclamé- Estas fotos quedarán geniales... A ver, chicos, sentaros aquí mismo, justo al borde del estanque...

Eso quería yo. Eso creía yo. Apenas uno de ellos quiso sentarse, se acercó un ¿cisne? negro enorme de plumas rizadas, con pico "colorao" y que vociferaba como un poseído, comenzó a darle picotazos al chico en el... bueno, que le pedí que sentara ¿no?, pues eso. 



 - Bueno, siéntate un poco más a este lado... - Le indiqué pensando que así les esquivaríamos o se irían...

Queridos, fieles y estimados lectores, no les voy a hacer la historia larga. Estos pájaros se mueven en el estanque con una autoridad y una fuerza magnética directamente proporcional a la dirección en que se mueven sus víctimas.

No te dejan en paz, le puedes dar la vuelta al estanque en cualquier dirección y es que parece que van atados a ti por un radio imaginario. No te quitan la vista de encima, te gritan a saber qué en su lenguaje plumífero-patuno-cisneico, te atacan y al final te da hasta la impresión de que le has hecho algo a estos señores. Te vas con el alma pequeña, encogida. 

Cuando nos libramos de ellos, porque renunciamos a la foto, desde lejos vimos a una señora que llevaba una bolsa de supermercado completamente llena de pan, arrojarle los pedazos del preciado alimento a la manada que impera en el estanque y éstos hacerles reverencias a la primera.

¿Me pueden explicar cómo entró al parque esta señora -con un material tan a la vista- cuando en la entrada nos están vigilando constantemente si llevamos, o no, comida? 

Donde quiera hay mafias.  Y estos son unos bichos muy "enchufaos"... e intimidantes.

martes, 1 de noviembre de 2011

Del amor y otros demonios

(Con permiso del "Gabo")

¡Me tiene frita! Cada vez que bajo a buscar el pan, piropos van, piropos vienen.  Y lo que no sabe (aunque ya se lo he dicho) es que odio los adjetivos calificativos cuando los usan conmigo.
-¡Dime, guapa!
-¿Guapa? - pienso... si soy casi 13 años mayor que él - ¿Queda pan? - Pregunto-
-Para ti siempre guardo pan…. Te veo cansada…  ¿Nos vamos juntos a la piscina? ¿te doy un masaje? ¿Cuándo nos vamos de marcha por ahí?  Trabaja mucho y quedamos una tarde de estas….


Eso: FRITA.

Ayer en la mañana no quedaba en casa ni pan ni café. Bajé a la tienda, asumiendo mis propios riesgos.
-¿No tienes otra marca? Este no me gusta mucho…
-Si no te gusta esta marca, yo te puedo invitar a un café.
-¡¿Ah, sí?! – Le dije - ¡Pues vamos!
- La cuenta es 1,90€  -Me contestó abriendo la caja registradora y haciendo oídos sordos.


Eso: “Que no es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar”.