Agradecimientos especiales:
A Judit de la Rosa, por ayudarme con el diagnóstico del personaje.
A MAD, por confiarme su historia.

El sol de media mañana
me golpeaba de lleno la espalda trazando un halo delgado en mi hombro
izquierdo, pero aun así no entraba en calor. Sentía continuos escalofríos por
todo el cuerpo, especialmente en el pecho y la espalda. Allí, junto con algunos
de mis compañeros de trabajo miraba incrédula lo que había sucedido. Yo mantenía
mi mano izquierda apretada en un puño y contra mi boca, con los ojos llorosos y moviendo la
cabeza. Me negaba a creer lo que había sucedido. Hace apenas quince minutos
estaba hablando con aquel chico extraño en su habitación. Él me contaba cosas
tan extraordinarias que ahora me es imposible discernir hasta qué punto decía
la verdad.
Cuando entré a
tomar nota de su estado y darle el alta, inició su presentación aclarándome que
él estaba perfectamente y que él sólo había venido a visitarme.
- ¡Ah, muy bien! –
le dije sonriendo - ¿Me conoces de algo?
- No, realmente no.
Pero te vi y me caíste bien, así que me dije… “me voy a poner donde me pueda
ver y, ya de paso, le cuento algo” – me respondió guiñándome un ojo. No pude evitar sonreír.
Era un chico joven,
que no completaría los 15 años. Flaco, un poco alto para su edad. De pelo castaño
y ojos verdes, muy pequeños, enmarcados bajo unas cejas muy finas y poco
pobladas.
- ¿Cuántos años
tienes?- pregunté posando el bolígrafo en la casilla que correspondía a la edad
del paciente.
- Ptt… ni idea-
contestó con indiferencia.
- ¿Quién es tu médico?-
Pregunté
- Mmmmm ¿Pudieras
ser tú?
- Vamos a ver ¿quién
te trajo aquí?
- Vine yo solo, por
mi cuenta, porque quería verte y hablar contigo.
Me quedé en
silencio pensando qué debía hacer. Decidí llamar a recepción para que me
pusieran al tanto de la situación de este paciente. Cuando iba a tomar el
auricular del teléfono, me sujetó la mano y me dijo en tono muy dulce:
- Por favor, no
llames a nadie. Siéntate un momento, y te contaré lo que quieras.
Me senté en el
bordillo de la cama sobre la que estaba sentado. Apoyaba su espalda en la
almohada que había colocado contra la cabecera.
- Dime ¿Algún
accidente o lesión importante? –Proseguí con mi cuestionario.
Se quedó pensativo,
con su cara recostada sobre sus huesudas manos. Era increíble la blancura de su
piel. Tras unos segundos me respondió:
- Si te lo cuento, ¿Me
creerías? – Preguntó ladeando la cabeza.
- Cuéntame primero,
luego te diré lo que pienso.
- Pues, mira.
Cuando tenía unos cinco años, recuerdo que hubo una tormenta impresionante. Yo
estaba parado en la puerta del balcón de mi casa viendo la lluvia caer. De
repente ¡¡Zasssss!! Cayó un rayo a sólo dos metros de donde yo estaba parado. ¡¡Qué
bonito era!! Impresionante. Un destello azul limpio en forma de línea recta, de
un centímetro de grosor, si acaso. Me dejó ciego un par de minutos ¡Y sordo!
Claro el estruendo fue increíble. Los vecinos salieron todos a ver qué había
sucedido. No se explicaban como yo sólo había tenido efectos momentáneos,
aquello era para no haberlo contado. Luego empezaron a especular con “sus
ciencias”. Que si yo había creado un puente magnético y eso lo atrajo hasta mí,
que si los niños no deben pararse en las puertas cuando llueve, que si yo
llevaba algún objeto metálico conmigo, y eso junto con el arco de la puerta
llamó al rayo… ¡Puf! En fin, gente de pueblo que no entiende que esas cosas le
pasan a cualquiera y no tienen mayor importancia. Ya sabes. – Terminó de explicarme.
- ¿Pero ves y oyes
bien? – Pregunté
- ¡Claro! ¿No
estamos hablando tú y yo? Además, estoy aquí porque “te vi” ¿No? ¡Qué ojos
tienes, guapa!
Este chiquillo se estaba
ganando mi simpatía a base de piropos. En algún momento me sentí un poco
avergonzada y me pregunté si no estaría yo intimando con él, más que rellenando
su formulario de entrada al hospital.
- Muy bien, majo –
le dije – ¿O sea que de esa lesión no te han quedado secuelas? – tomé nota, brevemente, de lo que me
describió. - ¿Duermes bien? – Proseguí.
- Depende –
Respondió escuetamente.
- ¿De? – Pregunté
imitando su aire misterioso al hablar.
- De qué día sea.
- No entiendo.
- A ver cómo te lo
explico. Mira, en los días en que se acerca el cambio de fase lunar, como que
me cuesta “dormir de verdad”. No sé por qué, pero sueño mucho y son sueños muy
dinámicos. Estoy corriendo de un lado para otro sin alcanzar lo que busco, o
resolviendo enigmas, o preguntando cosas sin obtener la respuesta y mientras más
me niegan la respuesta más me empeño en saberla. Es realmente agotador. Pero,
pero, pero, mi querida… ¿Cómo te llamas?
- Mari
- Pero, mi querida
Mari, la cosa va a peor cuando se acerca el cambio a luna llena.
En ese momento no
me pude controlar y dejé escapar una carcajada. Se apresuró a aclararme:
- ¡No! No vayas a pensar
que me convierto en hombre lobo ni nada por el estilo. ¡Aúuuuuuuuuufff!! Qué más
quisiera yo…
Él se quedó mirándome
fijamente hasta contagiarse de mi risa. Entonces, también sonrió y vi que le
faltaban dos dientes frontales en el carrillo superior. Un tanto tímido, desvió
la mirada y se cubrió la boca.
- ¿Cómo perdiste
esos dientes? – quise saber
- No lo recuerdo –
contestó – Pero tampoco tiene importancia. Entre sonrisas me dijo – Mejor así.
Los “científicos” de mi pueblo dicen que si al morir te faltan dientes, volverás
a por ellos. Bueno, volviendo a lo de los sueños, que cuando se acerca el cambio a luna llena los
sueños me duran toda la fase. Y es como si no durmiera.
- Entiendo – dije.
Se hizo un breve silencio y luego me dijo
- ¿Te importaría
abrirme la ventana? Aquí hace mucho calor.
- Vale ¿Pero no
intentarás saltar al vacío? – Le pregunté
- Noooooooo. En
todo caso saldré volando. Es más divertido. Mira, igual me rompí los dientes
estampándome contra un árbol en los primeros intentos de volar. – y estalló en
una risa incontrolada.
Me acerqué al
ventanal y desplacé una de las hojas corredizas de la ventana. El aire que
entraba, aligeraba la tensión que existía al principio de nuestro encuentro y
me fui sintiendo a gusto con él. Pocas veces teníamos en el psiquiátrico
enfermos con un carácter tan tranquilo y que mantuviera el hilo de una
conversación. No. Definitivamente, este chico no era uno más del montón.
- Oye, no me has
dicho tu nombre.
- Khalil. Fíjate,
qué curioso. Khalil y Mari.
- Mucho gusto. Por
qué te resulta curiosa la coincidencia de nuestros nombres. – dije sintiendo
que me subían los colores a la cara. Era pícaro este jovencito.
- ¿Te gusta la
literatura? – No me dejó responder cuando agregó – Gibran tenía una “amiga
especial” a la que vio sólo una vez en su vida. Se llamaba Mari.
- ¿Crees que no nos
volveremos a ver? ¿Es eso lo que me quieres decir?-En ese momento dudé en si
había actuado bien al abrir la ventana. Pero pensé que su cuadro psiquiátrico
no se correspondía con el de suicidio y, sinceramente, no veía en él razón para
preocuparme.
- Bueno. Eso va a
depender de si me haces caso o no. Por eso he venido a hablar contigo. Creo que
eres especial, una persona muy sensible, sensitiva y sensata.
En ese momento, su profunda
mirada se enfrentó a la mía. La expresión de su rostro se había tornado muy
seria. Yo no supe si llamar a algún compañero o simplemente dejarle seguir
navegando en sus ideas extrañas y que me arrastrara con él hasta su mundo
abisal.
- Mari, te estoy
hablando – llamó a mi atención- Lo que te voy a contar no es tontería. Tengo la
facultad de presentir los terremotos.
Al escucharle exhalé
con fuerzas. Por un momento pensé que intentaría golpearme o agredirme de
alguna manera.
- Anoche observé
que las hojas de los árboles no se están moviendo dentro de su ciclo normal. Si
te fijas, verás que al soplar la brisa, las hojas se mueven, pero no así sus nervaduras ni las ramas sobre las
que penden.
En ese momento solté
la tablilla y el bolígrafo. Los dejé a un lado de la cama y me giré hacia él
completamente, fingiendo que le ponía el máximo de atención.
- Y parece que “éste”
será importante. He visto que las hojas que han caído al suelo, tampoco se
mueven cuando les sopla el viento. Parece como si estuvieran adheridas al terreno.
Si te digo la verdad… no creo que tarde mucho en moverse la tierra. ¿Me
prometes que andarás con cuidado? ¿Me prometes que estarás atenta y te pondrás
a salvo?
- Pues no lo sé. Nunca he vivido esa experiencia – vi que su carita diminuta se entristecía, por lo que decidí dar un giro a mi respuesta y seguirle el hilo. Necesitaba acabar con esta situación inmediatamente. – Bueno, confío en ser ágil llegado el momento.
- Pues no lo sé. Nunca he vivido esa experiencia – vi que su carita diminuta se entristecía, por lo que decidí dar un giro a mi respuesta y seguirle el hilo. Necesitaba acabar con esta situación inmediatamente. – Bueno, confío en ser ágil llegado el momento.
- ¡Eso es! Tú,
desde que oigas el zumbido, sal corriendo al exterior… y tranquila, todo estará
bien. ¿Me traes agua? De tanto hablar se me ha secado la boca–
Me dijo cambiando de tema bruscamente.
No le respondí. Me
levanté y me fui hasta la cocina de la planta. Tomé un vaso de plástico y lo
llené con agua. Miré por la ventana y todo el paisaje me parecía una pintura
impresionista. Me quedé mirando al infinito y sentí que me petrificaba. Súbitamente
percibí un extraño rumor. Parecía el rugido de un animal furioso, violento y
despiadado…
-¡¡Corred!! – Grité
mientras atravesaba los pasillos a toda prisa - ¡Salid todos del
edificio!! ¡¡Corred!! - Fui hasta el dormitorio de
Khalil, pero no estaba en su cama. Bajé las escaleras a toda prisa y salí a
descubierto.
En menos de 10
segundos, aquel enorme edificio blanco y de grandes cristaleras se había
desplomado, reducido a escombros. Habíamos salvado la vida casi de milagro. Allí
estaba yo, con la mirada incrédula cuando oí que alguien me llamaba entre
sollozos sacándome de mi abstracción.
- ¿Mari?
Era la
recepcionista del hospital. Me abrazó y dijo:
- Gracias, Mari. Si
no hubiese sido por ti ¿Dónde estaríamos ahora? ¿Cómo te has dado cuenta tan
pronto?- Preguntó con la voz desafinada por el llanto.
- No. No he sido
yo. Ha sido Khalil, el paciente que ingresó esta mañana.
En un santiamén dejó
de llorar. Me miró fijamente y me
dijo:
- ¿Khalil? No hemos
ingresado ningún paciente con ese nombre. Tttt – tttt- tttt- negó con la cabeza
- Hoy tampoco hemos ingresado ningún paciente. ¿Khalil? – Dijo toqueteándose
alternativamente la frente como queriendo cazar los recuerdos- El último
paciente que tuvimos con ese nombre fue hace 7 años. Un adolescente esquizofrénico
y murió estando ingresado. Se suicidó saltando por la ventana. Mira si fue
extraña su muerte que se dio un buen golpe contra el asfalto pero no se hizo
herida ni sangró… si acaso un fuerte golpe en la boca. Eso me dijeron.