martes, 14 de febrero de 2012

Diente de perro, Ruso Azul

Y esta vez nos tocó en pleno San Valentín.  


¡Ah!  Que ¿Qué nos tocó? 


Volver al médico. Esta vez sin tensiones ni contrarelojes, pero sí con el típico espinazo en el corazón. Hay que hacerle una limpieza dental a la nena.  Y para eso se necesita anestesia general. Menudo cuento de terror. Pero es un tema de salud y hay que afrontarlo.


Y usted dirá ¿A un perro?


Y yo le digo: sí, a mí perra. La reina de este reino.  La que bautiza en primer nombre este blog.  Resulta que una acumulación de sarro en la boca de un perro puede terminar convirtiéndose en un problema del corazón... Tín marín, de dos pingüé...  Yo no me la juego. Aparte de lo molesto que es el aliento del animalito:  lo mismo que una persona. No me extiendo más. 


La vez anterior os conté todo el proceso previo hasta terminar, inminentemente, en una sala de cirugía y sanar a la nena. Pero no os conté que en la sala de espera nos reunimos los amitos que, acongojados, esperamos que nos devuelvan sanos y salvos a nuestros peques.


¿De qué se habla en una sala de espera en un hospital veterinario?


Pues de lo mismo que en un hospital de "gente" ("supuestamente"). Se habla del temperamento del animalito, de sus habilidades, de cómo llegó a la familia y se convirtió en uno más, de por qué está allí, de cómo le surgió la enfermedad y un largo etcétera. 


Los que se sienten más fuertes animan a los que están más tristes. Y los que tienen la certeza - por lo menos la sensación- de que todo saldrá bien, animan a los que están más muertos de miedo que vivos.


Bueno, que llegamos allí a la hora que nos indicaron, puntuales como solemos ser las dos.  Me ofrecieron asiento con vistas:  ventana para ver la cirugía. Para eso soy muy brava:  soy más médico que los médicos y más piloto que los pilotos. La palabra es: Controladora. Cotilla es el sinónimo.



Le aplicaron su pre-anestésico. Así se iba acomodando en lo que castraban a dos gatos hasta que le llegara su turno -dental- a la Reina. No tardaron mucho. Antes de la hora, se la llevaron pa' dentro.




Y esto es friendo y comiendo. La cirugía (porque es cirugía) duró unos escasos 20 minutos en los que mi niña se comportó como lo que es:  Una campeona. 


 Ñññññññíiiiiiiiiiiii,  Ñññññññíiiiiiiiiiiii,  Ñññññññíiiiiiiiiiiii,  ¡¡Devuélvanme a mi nena Ya!  por favor...


Y Zazzz... me la trajeron sana y salva una vez más. Por ser el día de los enamorados, me le pusieron una manta roja y su vendaje también rojo. Todo aconjuntado en el amor ¡Qué bonito! ¡Ah! Y el suero a juego: amarillo ¡jejé!  Por respeto a la nena, no voy a poner sus fotos saliendo de la operación, ¡No! 




Esas fotos sin peluquería y con la lengua afuera -vamos,  sin glamour-  no tienen cabida en este espacio de expresión. Pero ¿A que tiene las patitas muy lindas?  Y los dientes ya ni les cuento lo bonito que les quedaron después de la limpieza.  "Dientes de podcedana" dice ella y se los enseña a todos sus amigos, incluso a su Churri (Chuddi), el chico de la panadería que siempre la premia con una mega loncha de jamón. A propósito, aprovecho este espacio para denunciar que las lonchas de Chuddi se las come sin masticarlas y las que le doy yo, tengo que picarlas pequeñitas y pasarlas por agua caliente para que "Su Majestad Sibarita" se las coma a gusto. 

Volviendo de los Cerros de Úbeda, hubo que extraerle un premolar. Al salir de la sala el médico me lo entregó en un pañuelito.  Lo guardamos debajo del cojín de su cuna y a la mañana siguiente, el Ratoncito Pérez le trajo una chuche con sabor a pollo y arroz (a ella los céntimos de poco le valen) por su gran valía canina.

Ahora, para terminar, os quiero contar el aprendizaje de este día. Yo llegué con un poco de miedo. Aunque esta vez todo tenía pinta - y casi garantía- de que saldría bien. Así me lo dijeron todos los médicos, incluso su "ángel de la guarda" me dijo que no había de qué preocuparse.... pero esa anestesia general ¡Ay!...  Que no lo he dicho: tardó en salir completamente de la anestesia más de doce horas... Como para decir que sí porque sí.

Cuando la nena ya estaba conmigo, trajeron un cachorro de Ruso Azul a una de las camillas contiguas a la nuestra. Yo vi al felino -con nombre onomatopéyico- prácticamente bien. Eso creí. Su amo me contó que lo había encontrado cerca de un criadero y que sospechaba que lo habían abandonado por enfermedad. Nos contó que, efectivamente, estaba muy malito. Tenía Parvovirus (moquillo, hablando en cristiano) y que era muy difícil que saliera de esa. 

-¿Seguro? - le pregunté.

-Sólo tiene un 20% de posibilidades de superarlo -me contestó

-Yo me aferraría a ese 20 -le dije sin más.

-No lo creo, es muy difícil -Sentenció.

Cinco minutos más tarde entró un enfermero que me resultaba familiar ¡¡El chico que recibió a Nunú en la primera cirugía!. Traía el diagnóstico.

"Evoluciona favorablemente. Está produciendo las plaquetas necesarias. En dos días más, estará con vosotros en casa."

Y ojalá que no pille al Ratoncito Pérez antes de que le traiga la chuche a Noor. Pensé yo.



Ah, os dejo el contacto de la clínica a la que suelo llevar a Nunú. Siempre me la han atendido muy bien, con mucho cariño. Aveces me da la sensación de que allí no atienden a más perros :=)  


Clínica del Mediterráneo. Av. del Mediterráneo Nº 14 28007 Madrid  Tel.: 91 551 4859

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