jueves, 9 de febrero de 2012

Picardía caribeña


 
¡Epa! ¡10 cheles! ¿A quién se le habrán caído? – Miré a un lado, miré al otro. La calle estaba desierta- Bueno, esto no tenía dueño, ahora es mío. Entrecerré mi ojo derecho y me quedé pensando. Hoy es mi día de suerte.


Sin perder más tiempo, enfilé mis pasos hacia el colmado de la esquina. Llevaba, como siempre, mis chanclas de goma marrón, mis pantalones cortos azules que heredé de mi hermano Juan ¡tan desteñidos y raídos! Y mi camiseta color blanco triste, que ya dejaba traslucir mi piel mulata.  Llegué dando saltitos, ¡Uno, dos escalones arriba y ya estoy adentro!
- ¡Pedro! – grité sonriendo.
- ¡Oh, Julito! ¿Y tú por aquí a estas horas? ¿No vas a la escuela hoy? – Me preguntó inquisidor.
- Mamá me dejó cuidando a Tatica, tú sabes, ella es muy chiquita y no la podemos dejar sola. Juan está en el taller y mamá anda pa’ casa de la doña, haciéndole un sancocho. Parece que tiene visita y está sin muchacha de servicio. Mamá dice que esos cuarticos que la doña le da le vienen muy bien de vez en cuando.
-¡Anjá! No, po’ ta’ bien. Si es así no hay problema. Dime ¿Qué te pongo? – Me preguntó suavizando la expresión.
- Pedro – le dije y me acerqué al mostrador. Con una mano le pedí que se acercara él también - ¿tú no tendrás un par de chuflays por ahí? – Pregunté en voz baja, alternando mi mirada entre sus ojos y la gente que me rodeaba.
- ¡Claro, m’ hijo! ¿Y pa’ eso tu te pones tan misterioso? – Declaró soltando una carcajada que atrajo la atención de unos señores que jugaban dominó en la calzada de enfrente –Dos chuflays para Julito - dijo poniendo los cilindros de papel con colores chispeantes sobre el mostrador.
-Toma – Le dije chocando los diez cheles contra la hojalata que cubría el mostrador y produciendo ese sonido seco, cortante, que tanto me gustaba. Para mí, era el sello de que se cerraba un trato. – Oye – le dije desde la puerta del colmado -no le digas a mamá que estuve aquí, que no sepa que Tatica se quedó sola en casa.
Pedro se llevó los dedos pulgar e índice hasta un extremo de sus labios y los deslizó hasta la comisura opuesta, simulando una cremallera que se cierra. Luego  apoyó las manos en el mostrador con los brazos extendidos y se quedó mirándome y repiqueteando con los dedos al ritmo de un merengue alegre que sonaba en la radio que tenía al fondo de la estantería.


-Tú, tranquilo – me dijo guiñándome un ojo.
Yo le hice un saludo militar y me fui dejando a mis espaldas una mezcla rítmica entre el merengue y las fichas de dominó. Caminé en dirección a mi casa alternando los chuflays de una mano a la otra, una y otra vez. El sol quemaba con todas las fuerzas que le impone el medio día, el calor era insoportable. Si no fuera por la humedad y la cantidad de mosquitos en el aire, nadie diría que ayer el cielo se desplomaba en agua. No había sombra ninguna en toda la calle. Ni un árbol, ni una cornisa, nada que me permitiera tomar un camino menos caluroso. El ruido de los automóviles y las motocicletas, liberaban de sus entrañas ese aliento de monóxido de carbono hasta el punto de hacerme sentir mareado.  No había avanzado dos manzanas cuando recordé que Luis, el hijo de don Javier, había estado malo con fiebre desde hacía dos días.
- ¿Seguirá enfermo? A lo mejor está en su casa – pensé.
Mientras tanto, decidí abrir uno de los cilindros.
- A ver… caramelo, como siempre… lo único seguro es el caramelo – pensé a la vez que lo lanzaba hacia arriba y lo atrapaba en su descenso con mi boca- … y… ¡Un soldadito! ¡Epa, hoy es mi día de suerte! - Dije levantando mi premio en dirección al sol, a la vez que daba volteretas de alegría. – Deja que se lo enseñe a mis amiguitos de la escuela…  ¡Qué chévere! ¡Pum, pum! – decía mientras apuntaba la estatuilla con su rifle a las ruedas de los autos y las motos - ¡Pum, pum! Muere traidor – decía sonriendo como un demente – ¡Pum, pum! Y al viralata también: Toma, por feo ¡Pum pum!- decía apuntando ahora a un perro realengo color kaki, que se relamía una pata y que se resguardaba del sol en la galería de una casa azul y blanco.

Ya estaba frente a la casa de Luis… me empiné sobre mis pies para alcanzar la ventana, sujetándome de las frías rejas, alcancé la altura de media cabeza y no pude ver nada, pero sí oí lo que quería oír: la melodía de “Space Invaders”.
-Este está aquí  – Rápidamente, guardé el soldadito en el bolsillo del pantalón, junto con el otro chuflay, y entré en la casa aprovechando que la muchacha del servicio dejó la puerta abierta para que se secara el suelo que acababa de fregar.  Llegué hasta el salón y saludé – ¡Luis, mi amigo! ¿Cómo sigues? Te veo muy bien…  ¡y jugando con el Atari!
Me miró de reojo, por lo que entendí que seguía enfadado conmigo. La última vez que jugamos con la maquinita -¡maravillosa maquinita!- Le gané por 35 puntos en el Pac-Man y él no entendía cómo yo, que no tenía ni un parchés en mi casa, ni tenía dinero para jugar en las máquinas de las pizzerías, le pudiera ganar a él, que tanto esmero, tiempo y técnica había invertido en los juegos.
- Hola, Julito… yo estoy mejor. Ya me tengo que ir a la cama a descansar un rato – Me dijo mirando la tele y cerrando la partida que estaba ejecutando. – Si tu quieres ven otro día y jugamos.
-No ‘ombe, Luis, vamos a echar una mano de Pac-Man, no seas así. ¿Tú estás enojado conmigo? Vamos a jugar, tu vas a ver que hoy tú me ganas… si lo importante es compartir.
No lo vi muy convencido. Aun así, apagó el aparato y cambió el cartucho. Colocó el juego que yo quería y empezamos el mano a mano. Quise ser condescendiente con él, pero no pude controlarme. “Aunque no me deje volver a jugar”… Subo a toda prisa por los laberintos y me voy comiendo todos los puntos que tengo por el camino, en estricto orden para no tener que repasar lo andado. Subo, subo, subo a través de la pantalla hasta llegar al extremo superior derecho, me como el bloque azul parpadeante y ahora voy a comerme a todos los fantasmas que se crucen por mi camino. Levanto el mando con fuerza, como si así obligara al Comecocos a correr más rápido, presiono los botones hasta que me duelan los dedos, el corazón se me va a salir por la boca cuando exclamo ¡síííííííííííííííííííííííííí! y extiendo los brazos en alto y canto victoria y me abrazo a mi mismo y grito:  Señoras y señores, una vez más: ¡Julito campeón! Simulo una algarabía de un público imaginario y….  luego el silencio. Caí en cuenta que Luis estaba muy callado, serio, disgustado, derrotado. Esta vez le gané por 42 puntos.  Lo vi levantarse del suelo, enrollar el cable de su mando y apagar la tele y el Atari.


- No te pongas así – Le dije apoyando un brazo sobre su hombro tratando de aminorar su enfado…  - Oye, esta tele es una maravilla- Le dije en tono un poco alabancioso, queriendo desviar su ira- Tremenda…  Pantalla de 19 pulgadas y a todo color…  La de mi casa es de 12 pulgadas, blanco y negro… pero no está mal para ver el “Show del Mediodía”.
- Julito, yo me voy a acostar un rato… que creo que me está subiendo la fiebre – Me dijo con un tono que dejaba a todas luces descubierto el hecho de que no me quería dentro de su territorio.
- Bueno, que te mejores. Gracias por dejarme jugar – dije alisándome el pantaloncito de poliéster y entonces recordé el segundo chuflay. Lo saqué presuroso y se lo pasé a Luis – Toma, amigo, para que veas que yo soy un “tipo bien”. Este lo tenía para Tatica, pero quédatelo tú.
Sólo en ese momento lo vi sonreír. Agradeció el gesto, se llevó el chuflay cerca del oído y lo sacudió como una maraca, como si así pudiera adivinar su contenido y me dijo:
- Lo abro ahorita. Mami no me deja comer dulces antes de la comida  Ya te contaré lo que me tocó.  Nos vemos otro día. Me dijo mientras caminaba hacia su dormitorio.
- Tú sabes que lo único seguro es el caramelo – Le dije levantando los dos pulgares. Me di cuenta que eran las 12:30 y que mamá no tardaría en llegar. Salí corriendo de la casa de Luis, crucé la calle, le di la vuelta a la manzana y entré en la mía. Verifiqué que mi hermanita estaba bien, no se había caído, no había roto nada, todo en orden. Cinco minutos más tarde llegó la jefa de la familia y me preguntó por las novedades.
- Todo bien- le dije- La niña se ha portado fenomenal y yo he estado repasando matemáticas, que el lunes tenemos examen.
-Me alegro, entonces- me dijo sonriendo.
Estaba tan contento con mis aventuras y logros que quise ponerme a jugar nuevamente. Me metí la mano en el bolsillo buscando mi premio y no lo encontré. Busqué en uno, en el otro. No lo encontré… “pero si lo guardé aquí”- pensé-. Volví a buscar, y me fui alterando hasta el punto que mis movimientos empezaron a llamar la atención de mi mamá. Saqué los bolsillos hacia fuera, mientras los sacudía y miraba a mi alrededor, desandaba sobre los pasos que había dado dentro de mi casa por si se me había caído cuando escuché la pregunta de mi madre.
-¿Qué se te perdió? – preguntó frunciendo la boca y poniendo los brazos en jarra sobre su cintura.
-El soldadito – le contesté sin pensar- No sé si me cayó aquí o donde Luis.
-¿Qué soldadito? – volvió a preguntar – Porque tú no tienes ningún soldadito, que yo sepa. 
- El que me saqué en el … -Sólo entonces caí en cuenta que me había descubierto – … chuflay – completé la frase desinflándome de hombros e inclinando la cabeza.
- ¡Ah! No me digas – Y que a lo mejor se te cayó donde Luis. Entiendo-  respondió a la vez que se encaminó a buscar la vara de guanábana con la que solía “marcarnos la lección” al nivel de las rodillas.
Me quedé con cara de plato. Sentí un hilo frío en mi coronilla que fue descendiendo hasta convertirse en un sudor nervioso que me bajó por la espina dorsal. - ¿Y ahora qué hago? - Respiré profundo y exhalé.
En ese momento me di cuenta que aun tenía el sabor dulzón del caramelo en mi boca.
A propósito: no sé si lo dije, lo único que te toca seguro es el caramelo.

 

Diccionario dominicano:
Chele: Centavo/céntimo.
Tatica: Diminutivo de Altagracia, virgen patrona de la República Dominicana. 
Sancocho: Comida típica dominicana. Consiste en un caldo hecho a base de carnes y tubérculos.
Chuflay: Cilindro de cartón envuelto en papel de color brillante que contiene un caramelo y un juguete sorpresa.
Chévere: Bien/bueno/divertido.
Viralata: Perro callejero.
Guanábana: Fruto de piel verde y pulpa blanca, muy suave y dulce.

4 comentarios:

  1. ahora tengo tiempo para entretenerme contigo ;) lo mejor son las nuevas palabras y la ostia la Tatica. besos Tania

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  2. jajajaja! ¿a quién no le ha pasado una de esas? Besicos Tania
    (habla álex!)

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  3. Gracias por pasar por aquí ¡¡Qué Ilu!!!!!!!!!!!!! :**** Besos pa' tós.

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