sábado, 27 de agosto de 2011

Jayael

(Cargándome el mito)



San Francisco de Macorís, 1974.
Bien lo saben. Nací en el Jaya, por eso mi nombre. Mi madre, una tortuga...  ¡Qué mujer más lenta! Y lo que tardó en parirme. No sé si lo de tardar fue por su naturaleza o porque, según dicen, nací de su caparazón. Lo que sí estoy seguro, es que ese caparazón ha marcado mi vida. 

Al minuto de haber nacido, subí cuesta arriba la Caonabo, desvié en la calle Colón y subí hasta la Catedral. Me quedé mirándola en toda su magnitud y pensé: "Tanta gente, tanto peregrino. Esto no es para mí". Giré la vista y vi la casita rosada ¿Quién vivirá allí? -Me pregunté - Me acerqué y asomé por una de las persianas de cristal y ví cómo pintaban al perro de la casa ¡Le estaban cambiando el color con pintura acrílica para que pudiera jugar en el patio! Negué con la cabeza y confirmé que, en esta ciudad, todos estaban locos. Continué mi caminata y en la 27 me subí en la "cola de un motoconcho". Bajamos nuevamente hasta la Caonabo. A la altura del puente me lancé de la moto aun en marcha y, descontrolados, mis pasos me llevaron hasta el río de donde nunca debí haber salido.


Madrid, 2011
Crucé el charco a nado y sin darme cuenta. Salí del Manzanares en pleno agosto. ¡Vaya calor! A mi paso he ido dejando huellas de agua para reconocer el camino de vuelta, si fuese necesario. Eso mejor que las migas de pan ¿O no? Subí hasta el centro de la ciudad y me senté en la zona de Goya a descansar  ¿Y toda esta gente? ¿Todos estos peregrinos?  "Esto no es para mí".

No tengo ni idea de cómo termina mi historia... no encuentro las huellas que dejé para volver al río. 

Tanto peregrino, tanto peregrino, por más que huya, siempre seré uno de ellos, lo llevo grabado en el nombre de familia... Ni modo, no se puede contra la genética ni el destino. 


 

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